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6:28 by UPEA en la ciudad de El Alto
Fue Antonio José de Sucre, el mariscal de Ayacucho, quien desempeñaría un papel muy destacado en la creación de la República de Bolivia. A la postre de aquellas grandes batallas, Bolívar, tenía destinada una nueva misión para su lugarteniente: abatir el último bastión de resistencia española en el Alto Perú encabezado por Pedro Antonio de Olañeta. El Mariscal recibió la orden y marchó desde el Cusco con dirección al río Desaguadero, travesía en la que tuvo oportunidad de entrevistarse con Casimiro Olañeta, sobrino del General realista en resistencia contra los patriotas. Este último lo persuadió de convocar a una asamblea de representantes, con el objetivo de definir el destino de Charcas. 

Finalmente el 9 de febrero, desde La Paz, el mariscal Sucre expidió un decreto de convocatoria a una Asamblea de diputados, o deliberantes, cuyo objetivo era el de definir la suerte del Alto Perú. Ese criterio no contó en un primer momento con la aprobación de Simón Bolívar, posición que cambió poco tiempo después. La Asamblea Deliberante se instaló el 10 de julio en la ciudad de La Plata (hoy Sucre), en el Salón de la Universidad Mayor y Pontificia de San Francisco Xavier, donde se redactó el acta de independencia del Alto Perú que sería aprobada el 6 de agosto de 1825, por los 48 representantes asistentes que terminaron de sesionar el 3 de octubre, no sin antes convocar a una Asamblea Constituyente para la elaboración de la primera Carta Magna de la naciente República. Las deliberaciones se instauraron el 25 de mayo de 1826, y el 19 de noviembre del mismo año, el mariscal Antonio José de Sucre la firmó dándola por sancionada.

La primera Constitución del país fue redactada sobre la base del contenido propuesto por Simón Bolívar; se estableció el sistema republicano como forma de gobierno, se otorgó al nuevo Estado independiente el nombre de Bolívar, y se estableció su capital en la ciudad de La Plata bajo el nombre de Sucre, uno y otro en honor de los libertadores militares venezolanos. Se adoptó el nombre de Bolivia a sugerencia del sacerdote Manuel Martín de la Cruz, diputado por Potosí.

En el texto de esa primera Constitución se puede encontrar premisas que, en muchos casos, son de continuidad y, en otros, de cambios en los ámbitos social, político y económico. Hoy es de entendimiento general que las constituciones son pactos sociales resultantes del consenso de todos los sectores de una sociedad, pero la forma en que fue aprobada la Constitución de 1826 no tuvo la misma característica. La representación estuvo conformada, en su mayoría, por grupos anteriormente marginados de las esferas del poder político y con fuerte presencia económica. Los criollos habían decidido encaramarse en el poder.

La Constitución primigenia, que pudo haber sido un genuino pacto social, en esencia no lo fue, y tampoco dio curso a una escisión definitiva con el pasado, puesto que quedaron algunos resabios negativos de carácter social, principalmente en desmedro de ciertos segmentos de la sociedad, y para otros elevaron los privilegios. Basada en principios liberales, anuló el reconocimiento de los fueros especiales de las autoridades indígenas (caciques), y si bien los originarios fueron incorporados en calidad de bolivianos, no se les otorgó el estatus de ciudadanos de la nación toda vez que debían permanecer, según se sostenía, bajo la tutela de los otros sectores, so pretexto de que carecían de experiencia política. En el marco de esos criterios, los indígenas originarios mantuvieron su desventaja frente a la ley, y principalmente respecto de los criollos. A pesar de eso, hubo también algunos avances: se abolió el tributo indígena (al menos durante un tiempo), se prohibió la prestación de servicios en contra de la voluntad y se creó escuelas en las provincias.

La continuidad de los conflictos internos no sólo empañó el nacimiento de la nación boliviana, sino que debilitó su formación como unidad política, con relación al concierto de las otras nuevas naciones, al heredar los prejuicios coloniales fuertemente arraigados en la mentalidad de sus habitantes. Cabe destacar, asimismo, en descargo de la sociedad boliviana de aquel tiempo, que también jugaron intereses externos para impedir que Bolivia llegara a ser un Estado fuerte.

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