Esta es una leyenda urbana, propia de la ciudad de La Paz. Para ser más exactos se trata de la calle Jaén, esta calle está ubicada en el casco viejo de La Paz, en lo que conocemos hoy como la Zona Norte.
Las casas que se encuentran ubicadas en esta calle mantienen el estilo colonial con techos de teja, balcones colgantes y su piso de piedra que nos evoca a los tiempos en los que vivieron Murillo y los protomártires de la revolución de julio.
De día se puede apreciar que las personas circulan tranquilamente por esta estrecha calle, entre ellas tenemos a los turistas que visitan La Paz, por el lugar tenemos a varios museos, entre ellos al Museo Juan de Vargas y La casa de Murillo. Donde se ingresa sin ningún temor mientras el sol no se haya escondido. Pues al caer la noche las cosas son diferentes, ya que se emergen muchas historias y leyendas que se originan sobre esta calle.
En esta pintoresca calle aparecen los fantasmas, duendes y la famosa viuda condenada que llora su pena. Porque la Jaén ha sido testigo mudo de las muertes que se han ido sucediendo desde tiempo coloniales, y a la vez también de las almas que empezaron a penar después de la gesta libertaria.
Las cosas que se conservan en los diferentes museos de la mencionada calle ayudan a que los espíritus del pasado emerjan nuevamente en eso mundo oscuro y solitario cuando cae la noche.
Cuentan que la cabeza de Murillo fue visto en varias ocasiones moverse por ahí. En una de ellas un par de ebrios que se recogían a sus casas y que venían de la Sucre con rumbo a la Pérez Velasco. Sin quererlo ingresaron por la calle Jaén, esa calle oscura, tenebrosa y vacía por donde no circula ni siquiera una persona a esa horas, avanzaban tranquilamente –hasta este punto no habían sentido nada raro-, pero apenas pasaron la puerta de la casa de Murillo tuvieron la sensación de que alguien los observaba, mas no le dieron importancia. Sin embargo, al avanzar unos pasos la sensación fue mayor; por temor uno de ellos giró hacia atrás y vio, una cabeza que se aproximaba hacia ellos a medida que avanzaban. Entonces asustado le hizo mirar hacia atrás a su compañero; ambos horrorizados por lo que veían se asustaron de tal manera que estaban completamente sobrios, lo único que atinaron a hacer fue echarse a apresurar el paso – pero la cabeza se aproximaba más a ellos emitiendo unos quejidos lamentosos-; pensaron que su fin había llegado cuando la cabeza de Murillo ya estaba sobre ellos. Al llegar a la esquina de la antigua Cinemateca encontraron más iluminación y esa fue la salvación al parecer, porque al voltear atrás vieron como Murillo volvía hacia la calle Jaén.
También existen fantasmas que salen por las noches, en varias ocasiones se han escuchado historias de grupos de jóvenes, que por osados intentaron atravesar esta calle, ni bien ingresaban a la Jaén escuchaban pasos –y alguno de ellos sentía que alguien los tocaba por la espalda-, pero al darse la vuelta no había nadie, sin embargo los pasos seguían escuchándose, por lo que aquellos que habían intentando desafiar a la leyenda salían corriendo hacia la Ingavi.
Otras historias son las que hacen referencia a unos pequeños duendes que persiguen emitiendo unas risas bastante agudas y burlonas a aquellos que alguna vez osan pasar por su calle. La última es la historia de la viuda condenada que agarra al que se atreve a ingresar solo por esta estrecha calle, busca compañía para su soledad. Dicen que aquel que es agarrado por la viuda no se lo vuelve a ver nunca más.
Seguramente existen otras historias en torno de esta calle, pero son estas las que escuché. Son historias urbanas que se van contando de boca en boca y de generación en generación. Será verdad o mentira, no lo puedo afirmar. Si quieres comprobarlo anímate a pasar por esta calle una noche de estas. Así tendrás la respuesta si es que lo dudas
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