Choquehuanca sigue haciendo política, pero en el ámbito académico; considera ‘reorganizar’ el MIP para 2014 y presentarse en las elecciones ...

7:10 by Unknown
Choquehuanca sigue haciendo política, pero en el ámbito académico; considera ‘reorganizar’ el MIP para 2014 y presentarse en las elecciones generales, aunque ese proyecto aún está en statu quo. Busca hacer una política ‘respetuosa y honesta’. 


Germán Choquehuanca Foto: Nicolás Quinteros
Sentado en un escritorio de la Dirección de la Carrera de Historia de la Universidad Pública de El Alto (UPEA) esperaba la entrevista con Animal Político de La Razón Germán Choquehuanca Condori, exdiputado por el Movimiento Indígena Pachakuti (MIP).

Una sonrisa y un fuerte apretón de manos sellan el inicio de una intensa conversación sobre indigenismo, política y docencia universitaria, que dura casi una hora. Al final, se trata de una entrevista muy peculiar.

Al responder cada pregunta, Choquehuanca sostiene la mirada firme, a pesar de que hace 25 años perdió totalmente la vista, situación que no le impidió ser parlamentario entre 1999 y 2003, cuando Gonzalo Sánchez de Lozada era presidente y tampoco truncó su aspiración de ejercer la cátedra universitaria.

Esta última actividad es la que le genera recursos económicos para mantener a su esposa y sus tres hijos, quienes le dan “un apoyo total” en las actividades que realiza, tras dejar de lado el activismo político. “Aunque ya no tengo partido, no dejo de hacer política”, confiesa.

“Perdí la vista en 1987, pero seguí trabajando en la universidad y también fui diputado; luego aprendí un sistema de computadora para ciegos, incluso, escribo libros y reviso internet. No pude aprender el Braille. Perdí la vista de por sí, no fue una enfermedad ni un accidente; tampoco camino con bastón porque siempre ando acompañado por una o dos personas”, relata el investigador. 

Choquehuanca asegura llevar el espíritu revolucionario en la sangre porque —según dice— desciende de un linaje incaico que le valió el denominativo del “Inca Choquehuanca”.

“Desciendo de Huayna Kápac, mis padres y abuelos son de familia inca; diseñé la (actual) wiphala de siete colores en 49 cuadrados, en 1977, pero ahora desconocen al autor. A tal punto estudié su origen, que hice una tesis sobre la wiphala y obtuve mi licenciatura en Historia”.

Para el exlegislador, la tecnología “le da fuerza”, por eso es que dictar cátedra no es problema.

“Los estudiantes me traen sus trabajos en flash y en mi laptop reviso sus errores con el sistema que aprendí; el problema recurrente es las faltas de ortografía. Además, tengo asistentes que me leen los trabajos y me ayudan en los exámenes”, acota el historiador.

Nació a la vida militante en la secundaria, cuando era panfletero del Movimiento Universitario Julián Apaza (MUJA), en los 60.

En 1999, se alió con Felipe Quispe “el Mallku”; con él y otros cinco indígenas formaron el MIP y lograron ingresar a la Cámara de Diputados, donde asistía con una vestimenta indígena y una pluma en la cabeza.

Pugnas internas y acusaciones entre ambos políticos los distanciaron y cada uno tomó rumbos separados, antes de que Evo Morales asumiera la Presidencia de la nación.

“Con el partido trabajé hasta 2005; ahora tengo una nueva preocupación: revitalizar el aymara que se está perdiendo. Hacemos historia y antropología para restablecer esta lengua. Si yo fuera el hermano Evo, daría un aumento en las instituciones públicas a quienes saben un idioma nativo y en cada familia daría un bono económico por cada hijo que hable un idioma originario; hay que dar un incentivo para que esta lengua no muera”, sueña.

Perfil
Nombre: Germán Choquehuanca Condori
Nacimiento: Octubre de 1955 (no sabe la fecha)
Profesión: Historiador, Docente

Fundó la Universidad Indígena Tahuantinsuyo, donde se enseña ciencia boliviana y occidental. Es docente desde 1984 en la Universidad Siglo XX y luego en la UPEA y la UMSA. Nació en la provincia Omasuyos. Es el mayor de diez hermanos.


Algo pasa con los ‘Óscares’ en este país de película
Bolivia, desde antes de constituirse en un Estado plurilingüe, pluricultural y plurinacional, fue siempre un país de película, donde la ficción supera a la realidad.

La reflexión, queda claro, viene a colación de la reciente entrega de galardones en la alfombra roja de la filmografía mundial, y todo porque hay evidencia de que algo pasa con los “Óscares” en nuestro país.

Obviamente, no nos referimos a que la producción del séptimo arte no tenga sus representantes en el Estado Plurinacional ni al hecho de que La llamita blanca, por ejemplo, haya contado con más espectadores que el CD pirata en la casa.

Del último tiempo, podemos citar American visa, Los Andes no creen en Dios o la reciente Blackthorn, sin desmerecer los clásicos Mi Socio, Cuestión de fe y el doméstico drama del Pocholo y su marida, amor a lo gorrión que no superó a la Bicicleta de los Huanca, patrimonio de la Alasita.

Cada cinta tiene lo suyo, pero no es para los actores de esos filmes que reservamos esta columna, sino para los “Óscares” que sin estatuilla dejan mucho que hablar.

Se cuenta, por ejemplo, con un Óscar Eid, famoso por su protagonismo en los “narcovínculos”, su paso por San Pedro y su actual cuasi clandestinidad. A él se suma Óscar Olivera, el de la “Guerra del Agua” y su visita al TIPNIS, que de héroe lo hizo pasar a “villano”.

En el TIPNIS más de uno cobró notoriedad. Óscar Muñoz Colodro, el exsubcomandante de la Policía, fichó gracias a las declaraciones de otro Óscar, un coronel de apellido Chávez. Las actuaciones de ambos en la represión a la marcha indígena derivaron en el alejamiento del viceministro Marcos Farfán.

Y ya que lo mencionamos, recordamos en escena al uniformado Óscar Ciro Farfán, quien tuvo que dejar el cargo de comandante gracias a un cabo que le movió la “Loza” con su camioneta con placas clonadas. Y no hay que olvidarnos del general Óscar Nina, a quien se le acusó de tener nexos con el “Narcogeneral” preso en los “Yunaites”, ni del expresidente del senado Óscar Ortiz, a quien tratan de cautelar por la presunta mala actuación en el uso de recursos de la Cámara Alta para pagar aguinaldos.

Como se pinta, entonces, pasa algo con los “Óscares” en Bolivia y no cabe duda de que habrá más casos dignos de ser al menos nominados en este país de película.

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