Nuevos y viejos, los colegios alteños tienen deficiencias
Deterioro. La Razón visitó cuatro escuelas. Las nuevas no tienen muros de cerco, las viejas necesitan bancos.
Colocaron un tronco para izar la bandera en el colegio María Ayma, del Distrito 14. |
Los techos del cielo raso de las aulas del colegio Wálter Alpire se cayeron una madrugada. Desde entonces, los alumnos pasan clases en medio del frío, el viento, el ruido de la lluvia en las calaminas, y sentados en bancos y sillas viejos y rotos.
Además, el espacio abierto es aprovechado por las palomas para hacer sus nidos, y por eso riegan sus plumas y heces en los pupitres.
La caída del cielo raso ocurrió en horas de la noche, cuando nadie estaba en el curso. Al día siguiente, los estudiantes hallaron sus asientos sucios y con pedazos de cielo raso en los pupitres y colgados en alambres. Si aquello hubiese ocurrido en el día, ahora no sería una anécdota sino una lástima por los heridos, dicen los padres de familia.
La Razón recorrió cuatro establecimientos educativos, dos antiguos y dos nuevos. En ellos encontró muchas deficiencias, como los problemas en el techo del Wálter Alpire. Los dos nuevos no tenían muro de cerco y los estudiantes están expuestos a la inseguridad, entre otras deficiencias. Los dos antiguos tienen principalmente dificultades en los baños, que incluso no cuentan con conexión de alcantarillado.
El Wálter Alpire, ubicado en Río Seco en el Distrito 6, también sufrió otra caída. Hace cuatro años se desplomó el tinglado de su cancha polideportiva debido a los fuertes vientos. Entonces tampoco hubo estudiantes heridos. El establecimiento tiene 34 años.
Esta precariedad en las infraestructuras y además la falta de equipamiento, como pupitres, mesas, sillas, computadoras, laboratorios, techos, entre otros, se presenta en el 90% de las 365 unidades educativas instaladas en 270 infraestructuras de El Alto, según el presidente de la Federación de Padres de Familia (Fedepaf), Ismael Vargas Kantuta.
La otra unidad educativa visitada por La Razón es Rafael Mendoza Castellón, otra antigua con 43 años de funcionamiento y ubicada en el barrio Villa Esperanza del Distrito 5. Allí la parte inferior de las puertas de las aulas está destrozada y reforzada con pedazos de madera e incluso con calaminas.
Los pupitres no tienen espaldar o están sueltos. Las tablas horizontales son viejas y, a veces, en lugar de tener tres tiene sólo una lo que provoca el adormecimiento de las piernas y los glúteos de los alumnos que se sientan en ellas. Las mesas donde se escribe tienen huecos, por el desgaste.
Los muros de los dos bloques de aulas de 50 metros cada uno son de calaminas plásticas de color amarillo. Allí se pasan clases de laboratorio y hay cursos de Primaria. Las paredes se fueron destruyendo con el tiempo. Ante la necesidad, los padres de familia compraron material y lo reemplazaron de manera artesanal.
Para ver la otra cara de la moneda, La Razón visitó dos establecimientos construidos recientemente, entre tres y cinco años. En el Distrito 14 está el colegio Corazón de América, edificado hace un lustro.
Allí hay cinco aulas para albergar a cerca de 130 niños y niñas de Primaria e Inicial que deben compartir la infraestructura, cada dos cursos un aula. Por ejemplo los de prekínder y kínder, los de primero y segundo de Primaria, y así de dos hasta octavo de Primaria.
Si tienen ganas de ir al baño, los menores de edad deben caminar entre 50 y 150 metros a la intemperie —porque el establecimiento no tiene muros de cerco— hasta llegar a un promontorio de tierra, porque la unidad no cuenta con un mingitorio.
Los padres se quejan de que existe el peligro de que los menores sean secuestrados o se presenten casos de violaciones o agresiones.El colegio María Ayma, también en Bautista Saavedra, como el último, tiene sólo tres años. Allí se improvisó un mástil en medio del patio con el tronco de un árbol para izar la bandera los lunes.
Las puertas fueron compradas por los padres de familia ya que en el primer año pasaron clases con las puertas cubiertas con nylon, que no impedía el paso del viento. Aquí también los estudiantes de dos grados pasan clases en un aula.
Padres dan su dinero
Para las refacciones de los establecimientos, los padres de familia aportan su dinero porque la Alcaldía no llega a todos. Ellos arreglan fachadas, colocan puertas y ventanas, comentó un padre de familia.
Alcaldía no tiene datos de los colegios dañados
La Alcaldía de El Alto no cuenta con una base de datos respecto a las características y necesidades de todas las unidades educativas de esa ciudad. Pero, el oficial mayor de Desarrollo Humano, Elmer Acosta, anunció que para el primer cuatrimestre de 2013 se tendrá listo un diagnóstico completo de todas las necesidades de los establecimientos educativos.
“Esta lista tendrá todos los detalles de la cantidad de alumnos, la relación de éstos por aulas, las necesidades en infraestructura, equipamiento y otros”, aseguró.La semana pasada comenzó a retirar los pupitres en desuso y a levantar un inventario de los que están bien y mal.
El presidente de la Federación de Padres de Familia (Fedepaf), Ismael Vargas, informó que se solicitó desde inicio de este año una base de datos. “Se comprometieron, pero nunca nos lo entregaron, es que no lo hicieron, así de simple”, comentó el dirigente.
En El Alto existen 250 mil alumnos. En 2012, la Alcaldía destinó más de 28 millones de bolivianos para mejorar la infraestructura educativa y para dotar de equipos.
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