Durante el mes de agosto de 1914 doña Adela Zamudio sacude el ambiente calmo y tibio de la ciudad de Cochabamba desde las columnas del periódico El Heraldo. Publica un artículo sensacional sobre el caso de la monja Josefá Bascopé, quien, enloquecida en su encierro en un convento de clausura, ha sido reducida de la forma más cruel e inhumana, a la más baja condición.
Como pieza periodística, Por una enferma, es una de las crónicas más fuertemente dramáticas y acusadoras que se hayan escrito nunca en Bolivia. La intensidad del relato no disminuye la veracidad de los hechos ni la elevación generosa de los pensamientos de la autora. La preocupación de Adela por este caso fue tan fuerte, y tan alto su vuelo literario, valor argumental y explicación narrativa, que más que crónica periodística parece un precedente real del cuento realista.
El caso es que a Josefá Bascopé la metieron en un convento de clausura a sus 17 años... y, en algún momento de su vida de retiro... fue encerrada sin piedad en una pieza muy reducida, casi emparedada viva, y en donde permaneció hasta sus 32 años. No podía moverse en su celda, construida en uno de los patios del convento, y su encierro solo tenía dos "escapatorias", el techo (muy alto para ella, y en dónde veía el cielo abierto) y un pequeño orificio en la puerta, permanentemente sellada, por donde le daban su comida diaria.
Bascopé quedó huérfana rápidamente y, un "alma caritativa" no vio mejor opción que ingresarla en ese convento. Ella aceptó, porque no tenía a dónde ir. Pero ese destino, tan cruel e inhumano, era muy común en aquellos tiempos y sobre todo, para el género femenino.
El caso es que, una vez publicado el artículo en cuestión, el revuelo que se armó fue bastante grande. El Ministerio Público ordenó una investigación y, sorprendentemente, los médicos especialistas que vieron en qué condiciones vivía Bascopé, aseguraron que eran las óptimas, y, a los pocos meses, la monja enferma fallecía en su encierro dentro del encierro.
Adela sabía lo pacata o chata que era la sociedad cochabambina en ese momento de su historia. Estaba esperando los dardos (o insultos) de la gente "bien" al denunciar un caso así. No era la primera vez (ni sería la última) que la atacaban por decir las cosas de frente, con el mentón alto, orgullosa. Tan rápido emergió el escándalo y más aún se desvaneció. Los lectores, sobre todo los varones (que era el género que gobernaba, analizaba, y leía más), no fueron capaces de comprender el mensaje que denunciaba Zamudio: el terrible destino de las mujeres en ese infierno machista.
Adela Zamudio se parece en este artículo periodístico al estilo que "inventara" Truman Capote cincuenta años después. El escritor estadounidense publicó bastante más tarde, en 1966, su "novela testimonio" en 1966, y utilizó el mismo estilo que el de la cochabambina: el realismo crudo y directo, extremadamente informativo y correcto. Todos (o casi) conocemos A sangre fría, y no me voy a extender sobre ese tema, sólo lo menciono de pasada. Para que nos entendamos.
Zamudio escribió otra novela, Íntimas (1913), en donde retrataba la vida normal de las mujeres de la alta burguesía de la ciudad del Valle de tal forma que casi parecían instantáneas de aquellos momentos. Todos los críticos de la época destrozaron esa obra. Pidieron a Adela que se dedicara a escribir poesía. Ella, por supuesto, como en muchas otras cosas de su vida, no hizo ningún caso. Continuó haciendo lo que ella más quería: vivir con mujeres, con niñas y con adultas... En otro momento hablaré del pensamiento feminista de esta autora y me extenderé algo más sobre su vida.
0 comentarios:
Publicar un comentario